Hace tres años, en medio del proceso de expansión en el que se encontraba mi primer emprendimiento, acordamos cambiar el logotipo de la empresa. La decisión era arriesgada. En solo dos meses modificaríamos nuestra dirección física y la imagen que nos representaba. Fue exactamente en ese momento, que aprendí que un logotipo y una marca no son lo mismo.
Imaginemos que la marca es como un Iceberg, lo que se ve a simple vista, y que ese 10% que sobresale del mar es el logotipo. Es un elemento de diseño fácilmente reconocible y reproducible, que a menudo incluye un nombre, símbolos, colores específicos o una marca registrada. Es una representación rápida y visual del mensaje, y la posición de esa marca.
El logo, es una herramienta para ayudar a comunicar y representar el negocio. Me gusta resumirlo como la respuesta o solución a un problema planteado. Esta solución, que ofrece el logo, es la que nos hace reconocibles por nuestro público/cliente/usuario.
Muchas veces los cambios drásticos en los logos, hacen que las marcas no sean reconocibles para los clientes, así que no es algo que se tome a la ligera. Pero cuando llega el momento de modificar la forma de comunicarnos con los clientes, debemos hacerlo sin titubeos. Recuerdo que una vez realizadas todas las transformaciones de logo y zona geográfica, los clientes nos seguían. Ahí, aprendí que la marca más que un dibujo es una conexión emocional, es lo que la gente dice, siente o piensa del negocio.
La marca es lo que eres, la manera en la que te relacionas con el entorno y la competencia, las soluciones que brindas y cómo lo haces. La marca, en definitiva, conforma un universo más complejo, implica un conjunto definido de expectativas, y precisa de una estrategia de branding, para poder construir a su vez, una reputación, basada fundamentalmente en las famosas cinco “C” (Contenido, Coherencia, Constancia, Consistencia, Confianza).
- Contenido: Es sumamente importante saber qué decir, cómo decirlo y dónde decirlo. Una marca debe identificar lo que es relevante para su audiencia y generar un contenido de valor para ellos.
- Coherencia: Todo contenido que generamos debe estar conectado y alineado a nuestro Concepto de marca, de esta manera reforzamos nuestra esencia diferencial dentro del mercado.
- Consistencia: Una marca requiere tiempo para consolidarse. Es necesario que nuestro contenido y nuestras acciones sean coherentes a lo largo del tiempo.
- Constancia: No se puede hablar de valor si se habla con miedo. Una marca debe tener firmeza, seguridad y valentía para sostener su propio discurso a lo largo del tiempo.
- Confianza: Para ganarnos la mente y el corazón de las personas, primero debemos construir confianza.
Respetar estos cinco factores hará que nuestra marca genere mayor fidelidad en la audiencia, aumente su reputación y posicionamiento en el mercado y potencie, de forma atractiva, su diferencial frente a la competencia. Lo cual reforzará nuestros lazos con la C más importante, el Cliente.