Desde que surgió, en enero pasado, el Fondo de Arte Joven (FAJ) ha venido consolidándose como lo que en realidad es: una especie de mecenas que promueve el arte cubano emergente y apoya a emprendimientos culturales que realizan sus proyectos creativos desde la isla, con énfasis en las artes visuales y la música.
En poco menos de un año, ya han sido beneficiados decenas de jóvenes y proyectos gracias a los programas sistemáticos de actividades, convocatorias y premios, extensivos a todo el territorio nacional, que combinan en una sola plataforma diferentes oportunidades, entre ellas, acceso a circuitos de exhibición, apoyo financiero a proyectos y procesos creativos, provisión de medios de comunicación, acompañamiento profesional, superación y movilidad académica.
El concurso Malayerba y la convocatoria a exposiciones colectivas como Los hijos de Darwin, Paisaje para el próximo siglo y Habana, un alma palpable, figuran entre los resultados ostensibles del FAJ y sus procesos de selección, que se realizan de manera transparente y anónima por un comité de selección conformado para cada convocatoria, compuesto por personalidades de probada experticia. Más que utopía lejana, el acompañamiento del Fondo es ya una realidad.
De ello da fe la joven instrumentista, cantante y compositora Wendy Oram, quien ha recibido apoyo para la realización de un mini concierto de su agrupación SonGálvez que luego formará parte de una producción audiovisual.
“Yo estaba un poco decepcionada, porque en estos tiempos en que los músicos se están yendo y los presupuestos nunca alcanzan, crear se hace difícil —confiesa Wendy—. Y de repente llega la oportunidad del Fondo del Arte Joven y vi los cielos abiertos cuando me dijeron: Mira, sí, te aprobamos, nos gustó tu proyecto, te podemos financiar. Fue algo grande para todos en el grupo porque se trata de un apoyo real, un capital serio para hacer cosas que queden con la calidad necesaria”.
Igualmente estimulada con el auspicio del FAJ se declara Olivia Torres, artista visual seleccionada en el primer programa de convocatorias con su proyecto Ataraxia.
“El Fondo me ha viabilizado la adquisición de las materias primas imprescindibles para concretar la propuesta —revela—. Creo que ha sido una gran oportunidad para los artistas emergentes, ya que con ese sostén podremos seguir produciendo”.
El apoyo material que brinda el Fondo no es desestimable, sobre todo si se tiene en cuenta que la plataforma es una vía de gestión estratégica que articula la cooperación de múltiples donantes y socios como la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE), el Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos (CISP) y el Centro de Intercambio y Referencia sobre Iniciativas Comunitarias (CIERIC), con su programa A ritmo de Inclusión, cofinanciado por la Unión Europea.
Ya lo advertía recientemente el Dr. Julio César González Pagés, investigador, escritor, profesor de la Universidad de La Habana y Oficial Nacional de Programa de COSUDE en la isla: “Cuando observamos el potencial del arte en Cuba, en todas sus manifestaciones, vemos a jóvenes talentosos que no pocas veces se desilusionan al no encontrar espacios para desarrollarse. En ocasiones, la migración se convierte en la única opción, y cada vez que alguien emigra, se pierde un valioso potencial que podría generar recursos para el país. Por eso, es fundamental aportar y apostar por el arte y la cultura no solo como algo complementario.
“El FAJ puede ser una buena experiencia que otras instituciones se animen a apoyar con vistas en la creación de arte. Eso nos daría razones para buscar más fórmulas, más apoyo y demostrar que realmente hay una gran cantidad de jóvenes que necesitan esa ayuda. Estimular la creatividad para que, desde el Cabo de San Antonio hasta Baracoa en Guantánamo, nos hagan llegar todo el arte que los jóvenes cubanos sean capaces de producir”.