Bon Marché: moda, homenaje e ingenio “fresco y juvenil”

Amaya Martínez tiene apenas 21 años y su estilo recorre del modo más “fresco y juvenil” las calles de La Habana. Desde pantalonetas, vestidos, blusas. A rayas, lisos, de flores. La belleza femenina se realza con sus modelos y el cuño de la naciente marca Bon Marché va ganando espacios.

Cada prenda de las que confecciona está diseñada, como diría ella misma: “para mantener ligereza al andar. Que las mujeres que las usen sientan la leve caída de la tela en el cuerpo, la delicadeza en el talle, la comodidad y holgura”. Desde vestidos largos, conjuntos enterizos cortos; para la noche o el día; las propuestas de Bon Marché son únicas.

Su concepto de moda se mezcla indisolublemente con su ímpetu de juventud. A los diseños los acompaña el afán de ver en sus amigas jóvenes la posibilidad de que disfruten de una prenda sencilla, pero elegante. Una pieza, hecha única y exclusiva para quien la porte, que le permita andar por el eterno verano que es esta isla caribeña.

Las flores son frecuentes entre las ofertas de Bon Marché. Pero mantiene los básicos: el rojo, por ejemplo, en uno de sus vestido hasta el tobillo, con detalles al descubierto en la espalda, puede convertirse en el motivo para hacer una tarde de domingo, más “intensa” en cualquier lugar de La Habana o servir de “enganche” a los ojos de un admirador en una cena romántica que dure casi toda la noche.

En el catálogo que propone Amaya, aún estudiante de Diseño Industrial en el Instituto Superior de Diseño (ISDi) de la Universidad de La Habana, es fácil admirar y difícil elegir. Para las mujeres todas las piezas de vestir son útiles y si en telas cómodas como lino o rayón es posible tener pantalones holgados con aberturas en el frente, vestidos con la espalda al descubierto o conjuntos se short ajustables desde el cuello; ponerse un Bon Marché cubano se presenta como la solución ideal.

Antes de ser el actual Bon Marché, el emprendimiento comenzó a mediados de 2021 bajo el nombre de Amaia Ragazza y contaba con una tienda online. Actualmente, cada propuesta también puede ser adquirida en la tienda @mattyhabana y disfrutar del catálogo Instagram o Facebook.

Más de la mitad de su vida Amaya ha tenido en sus manos una aguja para coser. Aprendió a tejer croché con menos de 10 años y se interesó por el dibujo desde pequeña, por lo que comenzó a asistir a talleres comunitarios que se hacían en la Casa Guayasamín en La Habana Vieja. También disfrutaba de aprender a confeccionar pulseras o cualquier bisutería.

Como muchos emprendedores en Cuba, la pandemia fue un impulso enorme para la creación y comenzó a confeccionar nasobucos, hacer patrones para los niños pequeños sobretodo y los personalizaba. En aquel momento hacía los agarres con las medias pantis elastizadas. Así consiguió sus primeros clientes.

La primera máquina con la que cosí esos nasobucos era una Olympia que rearmé y engrasé con mi papá Alberto y luego, con lo que logré reunir de las mascarillas de tela y otras confecciones. Me compré una Singer, recordó Amaya en exclusiva con Negolution.

Paralelo a los nasobucos empezó a hacer cojines y otras cosas más pequeñas, hasta que más adelante se inició en la confección de los vestidos.

Comencé a diseñar yo misma la ropa, siempre con la máxima de que el vestido fuera muy “cómodo” para usar acá en Cuba. Trabajo el Lino y el Rayón, el rayón sobre todo, tanto liso como estampado. Este último especialmente porque tiene que ser sobre todo, bien “fresco” y “juvenil”, comentó.

Según Amaya, su paso por el diseño industrial en el ISDI ha sido fundamental y su estancia en otro país como Costa Rica, le aportaron luces para trabajar en sus piezas de moda; enfocadas en climas tropicales y realizadas para mujeres que combinen al andar el glamour y la calidez al vestir.

Bon Marché también tiene mucha historia en su nombre. Amaya rinde homenaje con él a su abuela materna y a la familia pues fue el nombre que fue el que también usaron unos tíos abuelos de su mamá, Ana Laura Arbesú Barés, para fundar una joyería en la ciudad de Matanzas cuyo nombre fue Le Bon Marché y estuvo a cargo de Alejandro Luis Esquerré y Barés y su tío Casimiro Barés.

“El nombre es un homenaje a ese negocio familiar que tuvo mi familia y a mis tías-abuelas que también fueron costureras”, añadió.

Para Amaya, su emprendimiento Bon Marché es un sueño que comienza a ver caminar en forma de vestidos, monos enterizos, pantalones y blusas por la ciudad. Pero sus ideas, parafraseando una máxima del diseñador de moda y empresario estadounidense  Ralph Lauren (Yo no diseño ropa. Diseño sueños), podrían pasar de ser “diseños de ropa a diseño de sueños”.

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