Dayron Robles y su nueva carrera después de los 110 metros con vallas
De Greenbiz
“Uno de mis paisajes favoritos salió de mis propias manos, de mis esfuerzos por pintar la vida de verde”
Por Lisandra Andrés
Aunque está alejado del deporte activo desde hace varios años, a nadie le suena ajeno el nombre de Dayron Robles. Campeón de los 110 metros con vallas en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y ex recordista mundial en esta disciplina, para el guantanamero de 35 años, asentado en la capital cubana, la vida continuó más allá de las pistas cuando decidió retirarse del deporte de alto rendimiento.
Dayron vive ahora en las afueras de La Habana, en el municipio de Cotorro, donde tiene una pequeña finca en la que siembra con métodos agroecológicos para abastecer su bar de tapas y su hostal.
Con las mismas ropas deportivas con que antaño entrenaba para competencias dentro y fuera del país, ahora se entrega a las labores agrícolas, no tiene mucho espacio en su finca, “son apenas 0,45 hectáreas, pero hago una apuesta por la agroecología y por la alimentación sana”, asegura.
En su huerto siembra lechugas, acelgas, albahacas, brócolis, coliflores y cebollines, y más allá unos altos árboles están cargados de mameyes, mangos, aguacates y ciruelas. Todo se cultiva libre de productos químicos y el suelo, que siete años atrás estaba descuidado y lleno de piedras y escombros. Recibe materia orgánica que recoge en las vaquerías y pollerías cercanas.
“Estamos tratando de encadenar la producción agroecológica de este proyecto para satisfacer al menos una parte de nuestras necesidades en los otros emprendimientos”, explica.
Desde hace algún tiempo también, el estelar deportista se aventuró en el mundo del emprendimiento. Comenzó con el negocio de renta de apartamentos en Centro Habana, aprovechando el auge de visitantes estadounidenses durante la segunda parte del mandato de Barak Obama.
Como parte del sistema Airbnb dentro de la isla, su fama como deportista unida a la calidad de los servicios que ofrecía y a las ventajas indiscutibles en cuanto a la ubicación de los lugares, sobre todo para los visitantes foráneos, posicionó su negocio en el gusto de no pocos. Pero con la llegada de la pandemia y la caída de la actividad turística, su vida como empresario privado entró en una pausa momentánea.
“Hacer cosas nuevas, aceptar los cambios de la vida, eso es ser optimista”. Ese es su mantra.
Hace algunos meses abrió el bar de tapas Impulso, en el corazón de La Habana, tras un período de acondicionamiento que duró casi dos años, el mismo tiempo en que la mayoría de los negocios y servicios en Cuba se vieron afectados o cerrados por la pandemia de la Covid-19.
Dentro de sus planes a corto plazo está la constitución de una pequeña empresa, al calor de la reciente decisión gubernamental de oficializar el trabajo de las entidades privadas para que estén en igualdad de condiciones con el sector estatal.
“También quisiera montar en la finca una pequeña industria procesadora”, comentó con la mente puesta en la futura elaboración de encurtidos, mermeladas y otros derivados de los cultivos.
Con variedad de productos, entre ellos la comida italiana, Impulso está abierto entre viernes y lunes (de 3pm a 3am de viernes a domingo, y de 1pm a 1am los lunes), según anuncia el propio Robles en su página de Facebook.
Promueve además en la zona cercana al bar de tapas un proyecto de desarrollo local que buscará ofrecer nuevas posibilidades de crecimiento espiritual, sobre todo a los niños.
“Todavía la idea no está bien concebida, pero estamos pensando en ofrecer actividades culturales y recreativas para que los niños del barrio puedan ocupar su tiempo libre después de las clases”, explicó.