La Inteligencia Artificial, ¿un intruso en el mercado laboral?
Por Lorena Pérez Méndez
Primero fue una idea provocadora en las películas de ciencia ficción, pero mientras los espectadores disfrutaban de las peripecias que creían imposibles, los científicos ya creaban complicados algoritmos que terminarían por configurar lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial (IA).
Más allá de las infinitas posibilidades que la IA abre para el desarrollo de la humanidad, al simplificar tareas que normalmente demandan de gran cantidad de tiempo, recursos o talento; más allá de sus usos lúdicos y hasta ocurrentes, al crear imágenes hiperrealistas o juegos de diversa índole, la llamada inteligencia de las máquinas está generando profundos cambios en la economía mundial, sobre todo en materia de empleo, toda vez que esta suerte de intruso en el mercado laboral promete aumentar la productividad, al mismo tiempo que amenaza con sustituir a los humanos en algunas ocupaciones.
Ante ese posible escenario, no pocos evocan un capítulo reciente de la historia universal, cuando a inicios del siglo XIX los artesanos ingleses protestaron contra la irrupción de las máquinas de la Revolución Industrial, al considerar que serían reemplazados en sus oficios y que se fabricarían productos de menor calidad a un ritmo con el que ellos no podrían competir. Tenían razón entonces, ¿tendrán razón ahora los detractores de la IA?
El Fondo Monetario Internacional lanzó la alerta en un estudio reciente: casi el 40 por ciento del empleo mundial está expuesto a la IA, proporción que aumenta al 60 por ciento en las economías avanzadas debido a la prevalencia de puestos de trabajo orientados a tareas cognitivas.
De acuerdo con la referida investigación, casi la mitad de los empleos expuestos a transformarse con la llegada de la IA podrían sacar beneficios de ella, sobre todo si se tiene en cuenta que mejoraría considerablemente la productividad del trabajo.
En el otro extremo estarían, sin embargo, los empleos que pudieran sufrir una contracción considerable, ya sea por la merma de los salarios o de la contratación; algunos, incluso, estarían en grave riesgo de desaparecer.
Algunos de estos profesionales ya han comenzado a revelarse contra la Inteligencia Artificial, cuyo uso generó recientemente una enconada polémica: varias librerías españolas retiraron de la venta la novela histórica Juana de Arco, de la escritora inglesa Katherine J. Chen, al considerar que la portada del texto había sido generada con IA. Un conocido artista denunció que la tapa presentaba incongruencias anatómicas, además de cuestionar la utilización de esta tecnología por el perjuicio que provoca al oficio del dibujante y la amenaza de que el trabajo humano sea reemplazado por el de las máquinas.
En el sector del marketing, sin embargo, prevalece una visión optimista sobre el potencial que tiene la IA para impulsar el crecimiento empresarial, tendencia que pudo constatarse en una encuesta aplicada por la WFA (agrupación mundial de anunciantes, por sus siglas en inglés).
Todos los expertos coinciden en vaticinar este año como un período de auge en el empleo de la IA vinculada al marketing empresarial y, específicamente, en el éxito de las empresas, pues para la gran mayoría de las compañías esta tecnología ha devenido una herramienta eficaz y de fácil acceso que puede usarse de forma más habitual en la creación de contenidos, en la personalización y experiencia del cliente.
Los especialistas siguen apuntando a la necesidad de revisar las oportunidades y los retos de todas las funciones empresariales, para poner en marcha medidas que brinden a los profesionales del marketing un escenario propicio para la explotación responsable de las herramientas que la IA ofrece; herramientas que, por demás, evolucionan a una velocidad de vértigo.
El éxito de la convivencia entre ambas inteligencias, la humana y la artificial, va a depender, en buena medida, de los modos en que las compañías reajusten sus rutinas y flujos de trabajo para que la IA potencie el talento y las capacidades del ser humano, no que compita con él por el mismo empleo.
De lo contrario, pudiéramos estar a las puertas de un nuevo capítulo de rebelión de los trabajadores contra las máquinas, como aquella revuelta de los artesanos ingleses del siglo XIX o como las escenas distópicas en las películas de Hollywwod, donde el robot es el lobo del hombre.