La Picadora ya está en el mapa del agroturismo en Cuba

Alejada de los grandes circuitos del turismo internacional, sin infraestructura sofisticada, ni gran despliegue promocional, una comunidad del centro norte de Cuba propone a los visitantes una opción sui géneris: participar en las rutinas del caserío y, de la mano de sus propios habitantes, descubrir las esencias rurales de la isla.

Aprender a cocinar caldosa, limpiar un potrero o a jugar dominó son algunas de las experiencias que se llevan los turistas que han pasado por La Picadora, un poblado casi fantasma de Yaguajay que si aparece en los mapas ha sido gracias a la práctica del agroturismo, una modalidad que posibilita a los extranjeros entender las costumbres de los guajiros cubanos.

José Ángel Rodríguez, conocido como Titi, es el delegado de la zona y el principal artífice de un proyecto que se basa en el trabajo comunitario integrado y en la intuición natural de los guajiros de la región: “Un día nos invitaron a un taller y así empezamos a dar los primeros pasos, poco a poco. Aquí los animales están en su estado libre, te topas lo mismo con cerdos que conejos”, ha comentado a la prensa.

A partir del proyecto Conectando Paisajes, esta comunidad se ha convertido en uno de los destinos de Sancti Spíritus, como parte del corredor biológico propuesto en Bamburanao, una zona de vital importancia en el desarrollo del turismo en la cayería norte.

Desde hace varios años La Picadora recibe visitantes, sobre todo europeos, interesados en fomentar el intercambio cultural y antropológico; turistas que pretenden conocer más allá del destino Cuba que proporcionan los paquetes comercializados por las grandes agencias publicitarias. Buscan —y en La Picadora encuentran— la isla que vive su gente más humilde.

La ubicación geográfica del caserío, cerca del Parque Nacional Caguanes, permite fomentar en los turistas una mayor cultura medioambiental a través del senderismo y las visitas dirigidas, una posibilidad que se fortalece con las alianzas que este paraje sostiene con universidades cercanas y centros de investigación con enfoque agroecológico.

En la actualidad el proyecto —que recientemente obtuvo el Reconocimiento a la Innovación para el Desarrollo Local— beneficia a más de 30 familias de los alrededores que participan de disímiles maneras y que se enrolan directamente en la atención a los visitantes, no solo garantizando el servicio en las instalaciones, sino también como proveedores de productos alimenticios, todos cultivados sin el auxilio de químicos ni pesticidas.

La mejora en las condiciones de vida de los lugareños y el estímulo a una modalidad de turismo que permite conocer el día a día de los campesinos cubanos son resultados tangibles de un proyecto que se consolida en el centro norte de Cuba y que ostenta como carta de presentación un discurso que no apela al confort, sino al descubrimiento:

“¿Quieres conocer nuestra isla? No hay otra forma que monte adentro. Allá donde el sonido del tractor, las vacas y los sinsontes se unen en perfecta sinfonía”.

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