Lo que amas Puede ser tu fuente de Ingresos

Cada día me convenzo más de dos cosas: La primera:  aunque parezca imposible, lo que amas puede ser tu fuente de ingresos; y la segunda es que la creatividad de los emprendedores es infinita.

Por eso le he pedido a nuestra editora que me regale esta columna cada dos meses. Quiero hacerlos partícipes de los emprendimientos que me llaman la atención y sé que pueden ayudarlos a cambiar sus vidas. El caso que traigo hoy, muy acorde con el mes de febrero, es el de Canciona.

Antes de dar mi criterio les explico qué es Canciona. Esta empresa se dedica a vender canciones personalizadas para que puedas sorprender a quién más quieres. El producto final se mueve desde una canción improvisada por uno de sus cantautores, hasta un tema con calidad discográfica, en el que puede participar el cliente e incluso, grabar un video clip.

Me encontré con este emprendimiento por casualidad, la idea me sorprendió y automáticamente pensé en los miles de cantantes que han abandonado sus sueños. Aldo Narejos, fundador de esta empresa, estudió psicología, pero la carrera pronto lo defraudó. Lo que sabe de música lo aprendió de forma autodidacta porque su verdadera pasión siempre fue componer canciones. Hoy se puede decir que ha conseguido vivir de su pasión, creando temas hechos para emocionar.

Pero su historia no es tan fácil. Aldo, antes de crear Canciona, pidió al banco un crédito de 34 000 euros para desarrollar una aplicación que permitía al usuario componer sus propias canciones, aunque no tuvieran idea de música. Su problema fue que no tenía como monetizarla así que se vio en medio de una deuda de 800 euros mensuales, más los costes que trae consigo vivir en Madrid.

Un día se le ocurrió dar un curso para enseñar a componer canciones rápidamente. Se fue a un parque para conseguir alumnos, encontró a una pareja de enamorados y le propuso al chico que le contara su historia para hacer una canción en quince minutos. La reacción de la novia fue espectacular. Aldo impartió el curso, pero lo que le sorprendió fue que la gente le empezó a pedir canciones para amigos, parejas, padres… Así fue como Aldo, entre canciones hechas a medida, comenzó a sobrevivir. 

Su idea era seguir buscando la manera de que la aplicación rindiera sus frutos. Llámenlo suerte, pero un día llego el portavoz de un grupo de inversión buscando proyectos interesantes. Aldo se presentó, le habló de su aplicación y de que se dedicaba a componer canciones personalizadas. El portavoz lo reconoció por el nombre ya que hacía un tiempo Aldo había escrito una canción para su mujer que, según él, era de los mejores regalos que había hecho en su vida. Le propuso hacer un plan de negocio, tanto para la aplicación como para lo de las canciones personalizadas y presentarlo ante veinticinco inversionistas.

En la reunión, los inversionistas desestimaron lo de la aplicación porque a lo que realmente le veían potencial era a lo de las canciones personalizadas. Aldo estuvo tanto tiempo obsesionado con su aplicación que no se percató hasta ese momento de lo que mejor conectaba su talento con las necesidades de los demás. Hoy el proyecto ha facturado cientos de miles de euros y cuenta con más de setenta músicos.

Me vienen varias preguntas a la cabeza: ¿Qué les impide a los músicos que se tienen que enfrentar al duro día a día de tocar en las calles y estaciones de metro organizarse y, en adición, ser capaces de crear un producto totalmente vendible? ¿Cuántos Aldos Naralejos  aún no han decidido dar el paso que les hará cambiar la vida?  ¿Por qué adornamos de excusas nuestra falta de creatividad? ¿Qué nos detiene?

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