Cuando a José Antonio Casimiro se le mete una cosa entre ceja y ceja, lo más recomendable es quitarse del medio y dejarlo hacer. Dejarlo, por ejemplo, armar y desarmar 16 veces un fogón de leña o construir sus propios aperos de labranza porque con la guataca nunca se ha entendido bien.
Buscándole las cosquillas al artefacto, Casimiro terminó por inventar un arado totalmente nuevo, un implemento de tracción animal que inscribió en el mundo de las patentes como JC21A y que, en la práctica, realiza en una jornada el equivalente al trabajo de 66 hombres, contribuye a la descompactación del suelo y ahorra el 50 por ciento del agua.
Pero el verdadero invento de Casimiro no es una herramienta en específico, sino la filosofía de vida que ha sembrado en la Finca del Medio, un emporio de 13 hectáreas que heredó de sus abuelos en el kilómetro 349 de la Autopista Nacional, donde le ha dado rienda suelta a la permacultura.
Para ilustrar hasta qué punto se toma en serio lo de cultivar empleando técnicas agroecológicas, Casimiro ha declarado en más de una ocasión a la prensa que, excepto la sal, que todavía no ha encontrado cómo producirla, todo lo que consume su familia nace, crece y se elabora en ese pedazo de tierra adonde fue a parar durante la crisis de los años 90.
Entonces lo picó el bicho de la permacultura, a tal punto que pasó, de ser un campesino renuente, a convertirse en el líder del movimiento agroecológico en todo Sancti Spíritus, hasta donde llegan visitantes de otras provincias y de no pocos países en busca de su experiencia, que ya acumula 31 años.
“¿Qué es lo que necesita el mundo? Comida sana. Hoy lo que se está comiendo no es ni chatarra, es la soldadura de la chatarra —ha comentado en más de un foro—. El principio de las fincas agroecológicas es reducir el uso de agrotóxicos y hacer las cosas cada vez más en armonía con la naturaleza”.
Más allá de la diversidad de cosechas saludables, la permacultura incluye lo que Casimiro llama el cierre de ciclos productivos: “Si hay garrapatas en la finca, hay gallinas que se comen las garrapatas —ejemplifica—. Las vacas de la finca se pasan el día comiendo hierba y por la noche vienen a dormir al patio y cada una nos deja 10 o 15 kilogramos de estiércol que convertimos en biogás y en fertilizante. Hay que aprovecharlo todo”.
Es cuestión de sacar cuentas elementales: 250 000 fincas como esta, de aproximadamente 10 hectáreas, abastecerían de proteínas y nutrientes a 16 millones de cubanos.
La investigación científica también avala los resultados de la singular experiencia pues, según estudios, este tipo de fincas y otras en transición ecológica producen como promedio para ocho personas por hectárea. Por tanto, se podrían aprovechar el millón de hectáreas de tierras ociosas que existe en Cuba para producir cultivos variados con el uso de los recursos disponibles.
Casimiro sintetiza el fenómeno tal como él lo ve: “Todo el mundo lamenta que no hay recursos, que no hay presupuesto, que si la salinización de los suelos, que si la sequía, que si la falta de fertilizantes… y se sigue haciendo lo mismo. Tú vas a una reunión de campesinos y la opción que se maneja es que haya más fertilizantes, que venga más petróleo. No le veo la lógica. Un país como Cuba debería pensar cómo conseguir la soberanía alimentaria, porque no tiene una industria desarrollada, ni las mejores tierras, y desde que llegó Colón jamás ha podido autoabastecerse”.
Con semejantes opiniones, salpimentadas con su jerga guajira, Casimiro ha conquistado auditorios de expertos y hasta las mismísimas redes sociales, donde se mueve como pez en el agua promoviendo los quehaceres de su familia, su muy particular visión del mundo y, más recientemente, el anhelo de compartir su rutina de vida con todo aquel que quiera llegar hasta su imperio de 13 hectáreas.
“Mi sueño, desde que empezó esta historia, es llevar al tope máximo posible nuestra gastronomía familiar —ha publicado en su página de Facebook—. Que se reconozca como de lo más auténtico, sostenible, limpio, original, guajiro, sano y abundante de Cuba. Que sea descubierto, comentado, compartido por quienes nos visitan y que, al final, todo les parezca mucho, pero mucho más de lo que les contaron. Esa es la promoción de la excelencia, la exquisitez y lo real maravilloso que me inspira”.