Los riesgos de “vender humo” en Cuba

Comprar un alimento que luce delicioso en fotos y luego, en la concreta, no satisface las expectativas, ni en calidad, ni en cantidad; o recibir un servicio “a medias” que no fue por el que se pagó, son experiencias que casi todos los cubanos han sufrido alguna vez, sobre todo a raíz del despegue del sector privado, que ha puesto de moda la publicidad para atraer clientes y consolidar marcas.

Sin embargo, el uso de información errónea, exagerada o confusa sobre productos y servicios puede generar graves consecuencias para los emprendimientos, pues no solo afecta la confianza del consumidor, sino que también puede acarrear problemas legales y dañar la reputación del negocio.

Afirmaciones falsas sobre la calidad de un producto, promociones ambiguas que esconden costos adicionales, ofertas de precios reducidos sin aclarar restricciones y exageración de los beneficios de un servicio sin pruebas verificables son formas de manifestarse la publicidad engañosa, un error que le puede costar muy caro a los emprendimientos.

En un contexto donde la competencia privada es relativamente nueva y los clientes aún están aprendiendo a evaluar opciones, la transparencia en la publicidad es fundamental para establecer relaciones de confianza con el público.

Uno de los efectos más inmediatos de esta especie de jugarreta es la pérdida de credibilidad: cuando los consumidores descubren que han sido engañados, es difícil recuperar su confianza.

Desde una perspectiva económica, si un negocio pierde su buen nombre puede enfrentar dificultades para acceder a proveedores o inversionistas que valoran la transparencia. Además, el boca a boca negativo tiene un fuerte impacto en un escenario donde las recomendaciones personales siguen siendo una de las principales fuentes de información para los clientes.

Por otra parte, en Cuba, el sector privado está en constante evaluación por parte de las autoridades. La Ley de Comunicación Social, aprobada en 2023, es la primera normativa que regula la publicidad en el país, aunque en dicho documento solo se esboza la necesidad de “garantizar la veracidad y correspondencia del mensaje publicitario con las cualidades de las marcas, los productos y los servicios que se promuevan”. No obstante, los vacíos jurídicos que esta ley deja no aseguran la protección de los clientes con respecto a las prácticas de publicidad engañosa.

El impacto de esta especie de ardid no se limita a la empresa que la emplea. Cuando el fenómeno se vuelve recurrente, afecta a todo el ecosistema de emprendimientos, al provocar desconfianza generalizada en los consumidores. Esto puede dificultar el crecimiento del mercado y el desarrollo de una cultura comercial basada en la honestidad.

Para evitar estos problemas, los negocios deben apostar por estrategias publicitarias transparentes y veraces. La clave está en ofrecer información clara sobre los productos y servicios, en destacar sus beneficios reales y evitar exageraciones. Además, responder de manera honesta a las inquietudes de los clientes y mantener la coherencia entre lo que se promociona y lo que se ofrece es fundamental para construir una base de consumidores fieles.

El sector privado cubano aún se está desarrollando, por lo que una publicidad ética y responsable es esencial para su consolidación. Ya lo advierten los gurús del marketing digital: la mejor inversión para cualquier negocio privado en Cuba es apostar por la honestidad, la calidad y el compromiso con su público.

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