El columpio constituye para los niños diversión auténtica, sensación de libertad y estímulo a la imaginación, de ahí que Mauro’s, un negocio familiar tan joven como sus propuestas, impulse la creación de mecedoras para bebés y resulte, por tanto, una iniciativa novedosa en el panorama del emprendimiento cubano.
Su principal gestora, Ruth Díaz Quintero, proviene del mundo del arte, especialmente de la compañía Habana Compas Dance, reconocida por su estilo único: la ejecución de diversos instrumentos de percusión combinada con movimientos de danza contemporánea, ritmos cubanos y africanos.
Ese espíritu creativo, sensibilidad y el reciente nacimiento de su pequeño Mauro inspiraron a la bailarina y músico, a crear el primer columpio para su bebé cuando cumplió 6 meses, con la colaboración de Ana, la tía de su esposo, en las labores de costura, y su tío Ricard, en los trabajos de madera.
“Cuando vi su carita de felicidad pensé en esa opción, destinada a las madres y padres que hacen hasta lo imposible por ver a sus hijos felices, sobre todo, en tiempos tan duros como los actuales, donde salir a jugar o pasear no es una opción por la pandemia de Covid-19”, explica Ruth.
¿Qué soluciones brindas a tus clientes y cómo contribuyes al proceso de cuidado de los niños?
“Para los bebés constituye una diversión sana y saludable que les ayuda al desarrollo del juego y la independencia. Desde mi propia experiencia siento que se establece un momento único de complicidad y que con solo unos pocos impulsos el niño ríe a carcajadas”.
¿Cuán factible resulta este tipo de negocio en Cuba?
“Vivimos momentos difíciles como consecuencia de la crisis sanitaria, económica y la existencia de pocos recursos que afectan cualquier negocio en el país. No obstante, la inventiva, la creatividad y la necesidad de salir adelante, determina el cumplimiento y crecimiento de los proyectos. Primero fue un hobby, una válvula de escape frente al encierro y ante la urgencia de sentirme útil. Luego al ver la demanda, asumí el negocio con mucha seriedad. Hoy recibimos pedidos de varias provincias y nuestras creaciones están en países como Estados Unidos”.
¿Cómo funciona el proceso entre Mauro’s y los potenciales clientes?
“Mis primeros clientes fueron amigas, conocidas de grupos de WhatsApp y vecinos. Tengo la ventaja de que soy madre primeriza de un bebé con el rango de edad para utilizar los columpios que hago. Entonces, se establece una hermandad entre mis clientas y yo, porque buscamos lo mismo, tenemos las mismas preocupaciones, nos damos consejos o nos avisamos dónde hay determinado producto. Me comunican si sacan alguna tela que me pueda servir y en qué tienda. Incluso, las que les compraron uno a sus hijos, ahora me solicitan otros para los sobrinos. Es muy bonito y hasta simpático, porque me mandan fotos y videos de los bebés súper contentos y luego dormidos en el columpio; y todo eso lo viví yo también”.
¿Cómo distribuyen los roles en el negocio?
“Todo se realiza en familia y el trabajo en equipo es fundamental. Cuento con la ayuda de Ana, como costurera; mi cuñada Jenny, en el montaje de los columpios el trenzado de las sogas y otras funciones; mi tío Ricard imprescindible en la creación de los palos para el soporte del columpio y, por supuesto, la asistencia fundamental de mi esposo Carlos que ha sido mi mano derecha”.
En la confección, los profesionales de Mauro’s emplea telas, madera y sogas; los diseños originales nacen de la creatividad del equipo o son pedidos especiales de los clientes; e incorporan motivos infantiles como elefantes, jirafas, osos, conejos, carros, unicornios, coronas y, los más populares, Mickey y Minnie.
Como valor agregado o sello distintivo, incorporan al producto el nombre del bebé bordado. “Garantizamos calidad y buen servicio, cumplimos con las fechas de entrega y personalizamos cada columpio. Llegan a los hogares para dar vida, causar felicidad, robar sonrisas y hacer feliz al más pequeño de la casa”, concluye.