Marcarse la piel de manera permanente es toda una experiencia que comienza con la elección del diseño, el tamaño, la parte del cuerpo, y lo más importante: ¿con quién me tatúo? ¿quién es la persona indicada?
Aunque el arte de las agujas en Cuba hoy cuenta con estudios establecidos y nombres bien reconocidos entre los amantes de la tinta, muchos se suman a la experiencia de dibujar el cuerpo humano, siempre con sello propio.
Uno de los estudios que va ganando en popularidad es El PainHouse. En el último piso de un edificio capitalista, en pleno corazón del Vedado habanero, sucede la magia, de la mano de Roger Campoalegre, y otros dos tatuadores.
Diseñador gráfico de profesión, desde hace aproximadamente un año se inició en el mundo del tatuaje (a hacerlos, porque en su cuerpo lleva varios desde hace muchísimo tiempo). Aprendió de manera autodidacta y gracias también a los consejos y la ayuda de varios amigos.
A la pregunta de si ¿es El PainHouse un lugar donde se pinta o donde se sufre?, responde que ni una ni otra, y a la vez un poquito de las dos.
“El tatuaje causa mucha intriga a la gente, vienen nerviosos porque no siempre saben lo que va a pasar, sobre todo si es la primera vez. Pero aquí preferimos enseñar a las personas, no solamente marcarles la piel, queremos que el día de tatuarse sea toda una experiencia.
Muchas veces las personas vienen con una idea, la consultan, escuchan propuestas o sugerencias, se negocia, y se aconseja. El cliente tiene que quedar satisfecho, más allá del gusto personal de los tatuadores, es esta la filosofía de El PainHouse”.
Al estudio cada uno trae su propio estilo, aunque los tres hacen de todo. Los tatuajes en blanco y negro son los preferidos de Daymar, un joven con mucha experiencia en este tipo de trabajos. A Adrián lo que más le gusta es el dibujo tradicional, y a Roger las ilustraciones.
“Nos unimos porque nos gusta diseñar lo que vamos a hacer, que en cierta medida se ha perdido a la hora de tatuarse, en parte porque muchas veces la dinámica te dice que lo que más funciona en la práctica es lo que requiere menos tiempo y lo que es económicamente más beneficioso. Hacer algo personalizado requiere de tiempo, y muchas veces no se pagan las horas que se dedican a diseñar”.
Asegura Roger que las personas que se van a tatuar buscan referentes que no tienen nada que ver con Cuba, con el clima, con los tipos de piel, y hay en internet muchas fotos de tatuajes retocadas, por eso, parte de su trabajo es educar a los clientes para que la “pincha” le quede bien, no solo cuando está acabada de hacer, sino a largo plazo.
“Nos ha ido bien porque estamos haciendo los diseños que nos gustan y a la gente le ha empezado a gustar también”.
En El PainHouse aspiran a que lo que comienza como un estudio de tatuaje se convierta en toda una experiencia, y puedan organizarse exposiciones, conciertos y otras actividades. La mística y decoración del lugar están pensadas para ese fin.
“Al estudio vienen todo tipo de personas, lo mismo tatuamos a un abogado que a un médico, profesionales que están ejerciendo su carrera. Ya se está quitando en la sociedad ese estigma de que quienes se tatúan son mal vistos, o pertenecen a un sector de la sociedad más marginado, y las personas se hacen cada vez con más frecuencia tatuajes en zonas visibles. La gente le está perdiendo el miedo a enseñar sus tatuajes”.