Víctor Bikiny, diseños exclusivos y carisma personal
POR Danay Galletti Hernández
“A sus 70 años, Víctor Rodríguez alude la popularidad de su trabajo a su carácter original y exclusivo. Es de su autoría el diseño y la confección de bikinis tejidos, ideales para el baño.”
Víctor Manuel Rodríguez Rioseco aprendió a tejer en un círculo de interés mientras se formaba como profesor en la asignatura de Matemáticas. “En ese entonces no pensaba en retirarme; yo decía que asistiría al aula, con mi bastón, a dar las conferencias”
Sin embargo, a finales del siglo pasado, el destino colocó al hoy diseñador, en uno de los puestos de venta de la Plaza de la Catedral de La Habana Vieja. Fue allí, donde consolidó el arte por el que es conocido actualmente, como Víctor Bikiny.
“Un día confeccioné un topecito—en Cuba, una blusa sin tirantes ni mangas— y lo vendí; así sucedió en varias oportunidades. Luego me incluyeron en una licencia de artesano, otorgada por el Historiador Eusebio Leal a la cofradía de las tejedoras”, explica.
Sin saber de marketing o estudios de mercado, como él mismo asegura, Víctor se valió de su espíritu emprendedor y comenzó a construir un pequeño capital. “Tenía que hacer algo diferente al resto, y hojeando revistas en una oportunidad, reparó en los trajes de baño”.
Dotado con la paciencia, constancia y el afán de investigación, el académico descubrió que el hilo de algodón crudo no servía para la elaboración de piezas para bañarse, pues al contacto con el agua tendían a caerse.
El hallazgo de otra materia prima: el hilo con que se hacen los cordones de zapatos, resultó la piedra angular de una obra que atesora varios secretos. Los colores blanco, negro y carmelita conformaron su primer diseño para un bikini; y la transparencia, uno de los retos a superar, lo alcanzó junto a dos tejedoras, al innovar en el conocido “punto pilar” y crear el “punto pilar atrás”.
“Pienso que mi carisma personal y la forma desenfadada de enfocar el mundo me han ayudado mucho en este tipo de negocio y me han abierto numerosas puertas. Me considero una persona exitosa y con logros más allá de mis aspiraciones”.
El artista ha colaborado con varias compañías de modelaje de la capital cubana, al prestar sus diseños para diferentes proyectos. También, casas distribuidoras europeas le han solicitado la exclusividad de su ropa, con el fin de comercializarla en el viejo continente.
Con frecuencia sucede que, tras la presentación de sus colecciones, estas no demoran mucho tiempo en venderse. Ejemplo de ello son los doce vestidos en forma de ángulo, adquiridos todos por un empresario puertorriqueño; y la muestra de vestidos largos exhibida en Fábrica de Arte Cubano, en La Habana.
Víctor calcula que en época de alza la venta mensual asciende a 500 piezas. Si bien por motivos de salud ya no puede elaborar sus diseños y ha delegado esa responsabilidad en varias productoras; dibuja, supervisa cada uno de los procesos y tiene una presencia casi permanente en su stand de los Almacenes San José. Las mujeres continúan siendo su inspiración principal, aunque pretende aventurarse en la producción de ropa masculina.
Si el profesor Rioseco no pensó en retirarse nunca, tampoco lo valora Víctor Bikiny. Sumado a la continuidad de sus proyectos y la constante renovación de sus propuestas, el diseñador abrió su segunda tienda cerca de 23 y 12, una de las áreas más populares del Vedado.
“Mi vida se mueve a una velocidad extraordinaria; ahora estoy también escribiendo mis memorias. Aprecio que el cliente reciba con agrado mi obra pues detrás hay pasión, entrega y humildad. Siempre estudio las tendencias y los colores del año. De ahí que la originalidad y exclusividad sean medulares en mi trabajo”, concluye.