Este año 2020 será recordado por muchas cosas, casi todas relacionadas con los efectos duraderos de la epidemia de la COVID 19, particularmente en la vida de las personas y en la economía mundial. Cuba ya mostraba una economía en franco estancamiento, y como lo decíamos en una columna anterior, aunque el número de cuentapropistas continuaba creciendo, lo hacía muy lentamente, habida cuenta de la desaceleración de la producción y las restricciones de un marco regulatorio demasiado enfocado en el control, y mucho menos en el desarrollo económico.
El golpe que ha sufrido el sector como consecuencia de la crisis sanitaria y sus impactos económicos es muy serio. En ausencia de cifras fidedignas, lo poco que ha trascendido en medios oficiales y alternativos habla de daños con efectos duraderos. Una parte sustancial del “cuentapropismo” descansa en actividades de servicios, el sector más afectado por las medidas de aislamiento. Los servicios se caracterizan por la necesidad del contacto humano, en tanto la producción y el consumo son simultáneos. En esta Isla, además, el sector está muy concentrado en elaboración y venta de alimentos, alojamiento, transporte, y servicios al hogar. Todos ellos han estado suspendidos por varios meses. A ello se suma que el cierre de las fronteras internacionales ha cancelado en la práctica el arribo de viajeros, de los que dependen buena parte de los negocios, directa o indirectamente, particularmente en los principales destinos, que no por casualidad exhiben la mayor concentración de Trabajadores por Cuenta Propia. Esta lamentable realidad es especialmente visible en la capital de la Isla, que marca el ritmo del desarrollo económico del país.
En este mes de octubre, las autoridades han tomado algunas decisiones que ofrecen esperanza a los negocios. A partir de una mejoría relativa de la situación epidemiológica en la capital, se ha decidido suspender la mayor parte de las restricciones de movimiento y se ha indicado la reapertura de la mayor parte de las actividades de servicios, tanto estatales como privados. Sin embargo, el cuentapropismo tendrá que hacer frente a otros desafíos, no menores. Entre ellos se puede numerar el avance de la dolarización, al aumento de precios, la escasez de insumos, la depresión de la demanda, y cambios inevitables en los modelos de negocios. Muchos emprendimientos han tenido que reinventarse para sobrevivir en las nuevas circunstancias, y varios analistas predicen que la “nueva normalidad” implica modificaciones en patrones de comportamiento y consumo que llegaron para quedarse.
Por ejemplo, es incierta la rapidez del despegue del turismo internacional. Parece obvio que las compras en línea y los servicios de entrega tendrán una expansión significativa en los próximos años. Por fortuna, los cuentapropistas han estado en la avanzada, y uno solo puede imaginarse que este sea solo el comienzo. Asimismo, se observan señales esperanzadoras en el funcionamiento de alianzas entre el sector público y privado para el desarrollo de nuevos esquemas productivos. Sin embargo, este comportamiento no es homogéneo, y muchos negocios corren el riesgo de desaparecer. Todavía el sector sufre las restricciones innecesarias de un marco regulatorio anticuado. Incluso parece una coincidencia infeliz el hecho de que el impulso al sector llega cuando la crisis económica deja pocas alternativas. Esa es una receta segura para el estancamiento y el desaprovechamiento de nuestras propias fuerzas.
El 16 de julio, el Gobierno cubano anunció la implementación de una estrategia anticrisis que rescata una parte importante de la agenda de cambios contenidos en la “actualización”. El documento publicado incluye provisiones que indican una expansión del papel del sector privado y cooperativo. No obstante, algunas de las propuestas más importantes no han tenido un despliegue oportuno. Por ejemplo, existen grandes expectativas respecto a los cambios en el modelo agropecuario, la flexibilización adicional del cuentapropismo con la eliminación de las categorías actuales y su sustitución por una lista negativa; o la implementación del marco legal para la constitución de las micro, pequeñas y medianas empresas (MPYMES).
En las condiciones actuales, y habiendo observado la gran capacidad de adaptación y supervivencia del cuentapropismo, parece claro que, si bien existen enormes desafíos hacia el futuro, el desarrollo del sector y la posibilidad de que ocupe un lugar más prominente en el panorama productivo nacional dependen mucho más de la adecuación de las normas y regulaciones a las necesidades del desarrollo perspectivo del país. Hay una enorme comunidad allá afuera que está esperando una nueva oportunidad.
¡Es el momento!