Chulita Teje, el arte de modernizar una tradición milenaria

Si algo apasiona a Karla Dedieu Díaz-Albertini, además de concebir y crear desde cero las más increíbles piezas con agujas, estambres, textiles…; si algo le “mueve el piso” es compartir los saberes que ha venido acumulando desde hace varios años como fundadora y líder de Chulita Teje, el sueño que comenzó como una forma de ocupar el tiempo en la pandemia y ha devenido espacio de realización personal y modo de vida.

Pudiera parecer uno más entre los emprendimientos que se dedican a las artesanías en Cuba, pero precisamente la vocación por promover la tradición insular del tejido en sus más amplias variantes distingue a Chulita Teje, que hace apenas unos días terminó de impartir un interesante curso de crochet básico en el Museo Casa de la Obra Pía y anuncia nuevos talleres para agosto.

“Que la gente conozca, que se comunique el trabajo a mano, del tejido y otras manifestaciones de la artesanía: eso nos interesa”, explica a Negolution Karla Dedieu, defensora a ultranza de una manifestación de gran arraigo en el país, pero que carga también con un fuerte estereotipo.

“Creo que hemos ayudado a superar la imagen que se tiene de las tejedoras, la idea de la anciana con el gato tejiendo el tapete —señala—. En los talleres y cursos que ofrecemos, si bien hay muchas mujeres de la tercera edad, cada vez se nos acercan más adolescentes y jóvenes. En ello influye el hecho de que no vemos el tejido como algo antiguo, sino que asimilamos las técnicas contemporáneas”.

De esa simbiosis entre modernidad y tradición dan fe los talleres que Karla imparte por estos días en la Unión Árabe de Cuba sobre una tendencia internacional que también ha calado en la isla: el amigurumi.

Como una técnica sumamente difícil, pero en la misma medida gratificante, lo califica la artesana: “No me atrevería a hablar de un movimiento de amigurumis en Cuba, pero sí es una tendencia bastante fuerte este tipo de muñequería; no obstante, eso es lo que me dice la percepción, no tengo datos que sustenten esta teoría —aclara—. Es una técnica muy compleja, muy difícil, lleva mucho tiempo para obtener experticia. Siempre digo que es algo aparte, porque debes aprender a concebir el tejido no en dos, sino en tres dimensiones”.

¿Cómo mantiene Chulita Teje el equilibrio entre el enfoque sociocultural y de preservación de tradiciones, y la necesaria subsistencia económica del proyecto?

“Ese equilibrio lo mantenemos trabajando, tratando de hacer lo mejor que podemos para entregar un producto y un servicio de calidad —explica Karla—. He tenido que estudiar mucho para que los talleres lleguen, me he apoyado en otras personas que saben más de pedagogía para preparar programas, para que estos sean atractivos. En el aspecto económico ha sido de mucha utilidad el espacio físico en la feria, donde somos reconocidos como artesanos y como promotores de ese conocimiento. La parte educativa para mí es fundamental”.

¿Qué escollos han encontrado en el camino y cómo han podido sortearlos?

“Lo más complicado ha sido el acceso a las materias primas. Aquí debo acotar que el bloqueo me afecta muchísimo, porque no puedo acceder a muchos productos solamente por estar en Cuba, incluso teniendo el dinero no puedes conseguir ese producto que necesitas y tienes que hacer malabares a través de terceros, tienes que unirte con otros emprendedores para hacer compras que quizás cada uno por su cuenta no logre.

“Creo que las alianzas son sumamente importantes —añade Karla—, así nació Tejedoras Habaneras, un evento en el que coincidimos muchos emprendimientos que trabajábamos el tejido y ni siquiera nos conocíamos, y otros que empezaron a partir de entonces”.

Tan deslumbrada con las creaciones que nacen de la aguja como la primera vez, Karla Dedieu tiene entre sus planes futuros continuar perfeccionando las técnicas específicas de cada tipo de tejido, compartir sus conocimientos y habilidades en todos los escenarios posibles y, sobre todo, mantenerse actualizada en las tendencias más contemporáneas de su especialidad, de modo que los clientes sigan sorprendiéndose con las maravillas que salen de sus manos y exclamando la expresión que inspiró el nombre de su negocio: ¡Qué chulería!

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