EnMadera, el mundo a la medida de los niños

La rutina de EnMadera comienza cuando Harold García y Marian Cueto llevan a los niños para la escuela, sacan el carro del garaje y justo en esos escasos metros cuadrados despliegan el taller: serruchos, sierras, martillos, pegamento… todo un arsenal de carpintería que recogen en la tarde-noche, cuando terminan la jornada de trabajo y el taller vuelve a ser garaje.

Y es que, aunque pudiera parecer una megaempresa por la calidad y el excelente acabado de sus creaciones, EnMadera es un pequeño negocio familiar que produce juguetes y mobiliario para niños inspirados en Rodrigo y Ana Paula, los hijos de sus fundadores.

La carpintería fue un hobby durante años, hasta que llegó la pandemia de Covid-19 y los hizo replantearse sus modos de vida.

“Yo me dedicaba a hacer sonido en vivo —explica Harold— y mi esposa hacía producción de cine, pero con el confinamiento la mayoría de las actividades que tenían relación con público, con el arte en general, llegaron casi a cero. Teníamos que darles de comer a nuestros hijos, de modo que el primer móvil para fundar EnMadera fue económico. A los dos siempre nos apasionó la carpintería, porque hacíamos nuestros propios objetos utilitarios, de decoración, y decidimos aprovechar esa arista”.

¿Por qué enfocarse en el público infantil?

“Tenemos dos niños y, como es lógico, los primeros clientes de un modo u otro siempre han sido nuestros hijos —sostiene Harold—. Consideramos, además, que hay un déficit de mobiliario pensado para niños, porque puedes comprar una mesa plástica, pero esa no es la mejor opción. La madera es cálida, viva, superior a lo estándar”.

“Ver a los niños interactuar con los productos y los muebles, ver cómo descubren un modo nuevo de utilizar el juguete que tú ni siquiera te habías planteado, son cosas que nos dan muchísimo placer”, agrega Marian, quien se encarga de buscar los diseños en función de los requerimientos del cliente.

Si algo los desvela, a ambos, es la seguridad de sus creaciones, pues una cosa es el mueble en los planos y otra, muy diferente, en la realidad.

“De qué vale un librero lindo si no es seguro, si le puede caer encima al niño —insiste Marian, y en ese punto es inflexible—. Si hay que modificar el diseño en pos de la seguridad del niño, se modifica: el mueble no puede ser peligroso. Uno tiene que pensar desde el punto de vista del niño, ponerse a su altura. Ellos son extremadamente curiosos y donde uno cree que un niño no va a tocar, créeme, que es ahí donde toca. Seguridad, utilidad y belleza son nuestras premisas, en ese orden”.

¿Cómo ha sido la experiencia de colaborar con otros proyectos y artistas?

“Ahora mismo para la red de emprendedores de Cuba la colaboración es fundamental, no solo para entablar relaciones comerciales o beneficiarse de los seguidores que pueda tener el otro, sino para interactuar con personas que están pasando lo mismo que uno —alega Marian—. Emprender es difícil, y emprender en Cuba es triplemente difícil.

“A veces uno ve una foto en internet y dice: Ay, qué bonito luce, pero cuando te pones a detallarlo te das cuenta de que no es algo tan grande, sino la suma de pequeños detalles. Realmente esos pequeños detalles se pueden encontrar en Cuba. Hay gente aquí que está haciendo cosas maravillosas, sobre todo enfocadas en el público infantil: juguetes, muñecos, cojines, cestos para juguetes, tejidos… estamos tratando de sumar esfuerzos y voluntades y lograr un proyecto de colaboración entre varios emprendimientos para brindar al público la mayor cantidad de opciones para crear espacios lindos, funcionales y acogedores para los niños”.

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