Jimena Tejidos: el secreto de los amigurumis made in Cuba que todo niño debería tener
De Pitch
Por Lisandra Andrés
Cuidadosamente empacados en una bolsa de papel craft en la que se lee Jimena Tejidos llegan desde hace algunos meses unos singulares muñecos a distintos hogares de niños en La Habana.
Se llaman amigurumis y aunque tienen su origen en Japón, la joven cubana Ana Carla Jiménez se ha propuesto introducirlos en Cuba a través de su emprendimiento.
“Son muñecos japoneses que no tienen boca porque según cuenta la leyenda son los fieles compañeros de los niños y guardan todos sus secretos”, contó Ana a Negolution.
Sus muñecos, tejidos con la técnica de crochet, adoptan casi cualquier forma, “la que me pidan los clientes”: pulpos, dinosaurios, ballenas, vacas, aunque confiesa que son las tortugas las que más disfruta hacer.
Ana, periodista de profesión, escritora y con un don natural para hacer reír, comenzó Jimena Tejidos apenas en febrero de este año y nunca pensó que al público le gustaran tanto sus propuestas, sin embargo, desde que abrió Jimena Tejidos los pedidos no le han faltado.
“En el mismo febrero comenzaron los pedidos, tuve que tejer que aquello fue una barbaridad”, confesó la creadora del emprendimiento, que comenzó como un hobbie durante la pandemia de Covid-19.
Pero hasta 2020 Ana ni siquiera sabía tejer. El 23 de mayo de ese año terminó de escribir su primera novela –que está en proceso de edición en México— y cuenta que ese mismo día su tutor de literatura le sugirió que dejara reposar la obra al menos 6 meses.
“Comenzaba la pandemia, estábamos aislados y vi un estado de una amiga que publicó un elefante amigurumi. Le escribí y le pedí que me enseñara a hacerlos como terapia de ocupación durante los días de encierro”.
Con tutoriales de YouTube y muchísimas horas de estudio comenzó en el mundo de los hilos y las agujas. Empezó tejiendo cosas pequeñas, “diseños simples”. Su primer amigurumi fue una ballenita, que, gracias a un diseño de su esposo, es hoy el logo de Jimena Tejidos.
Sus abuelas le regalaron todas sus agujas y estambres, que eran pocos, porque habían vendido casi todo, pues según Ana “nunca pensaron que su nieta aprendería a tejer”.
“En la navidad pasada hice varias cositas con esa temática y se las regalé a amistades, compañeros de trabajo de mi pareja y a mi propia abuela paterna que disfruta mucho estas fiestas, y les encantaron.
“Así que en enero solicité una licencia de trabajo por cuenta propia como tejedora, me pareció tan fácil, y justamente al mes, el día del cumpleaños de mi madrina tejedora mexicana me dieron la licencia”.
En julio del año pasado probó hacer sus primeros amigurumis y asegura que al principio le salieron “cosas horribles”.
“Tengo un cubo con una tapa naranja donde guardo los fails de Jimena Tejidos”.
Pero con el tiempo perfeccionó la técnica del amigurumi y aprendió a coser las extremidades de los muñecos.
Ana solo teje en la biblioteca de la casa, la cual últimamente se ha convertido en su taller. Prefiere trabajar con un estambre que se llama chenille, “un hilo muy fino que por fuera tiene pelusita”, hecho especialmente para hacer peluches, porque se trenza muy rápido y aporta una suavidad y acabados espectaculares a sus muñecos.
“Puedo hacer un muñeco muy grande con chenille en apenas un día”.
Tiene tres libretas cuadriculadas para hacer patrones, un proceso muy complejo que lleva horas de estudio, revisando tutoriales o consultando libros una y otra vez.
“Si mi profesor del pre universitario me viera utilizando la regla de tres para hacer un patrón de un amigurumi estaría muy orgulloso”, dice en tono de broma.
Se describe a sí misma como una incipiente emprendedora, “pero emprendo principalmente porque tengo detrás a tres personas que me apoyan muchísimo: mis padres y mi esposo, además de mis amigos”.
Recuerda Ana que en los inicios no tenía ni siquiera redes sociales, pero una amiga que vio los muñecos que estaba haciendo le propuso abrirle un perfil en Instagram para compartir con las personas lo que estaba haciendo.
“A mí hacer muñecos me encanta. En los muñecos que hago no solo está mi tiempo, está mi corazón y cada vez que tengo que desprenderme de uno me duele, pero es la base de mi emprendimiento: dejar ir, y que los amigurumis tengan un hogar para siempre”.
Confiesa que precisamente desprenderse de los muñecos es para ella lo más difícil del emprendimiento, “casi más difícil que conseguir las materias primas”.
“Sueño con introducir el muñeco confeccionado con chenille en Cuba, quisiera que, cuando un niño desee tener un muñeco de peluche lo pueda pedir en Jimena Tejidos y que yo cuente con la materia prima para hacerlo realidad. A eso aspiro, a lograr tener en mis manos materia prima suficiente para hacer peluches exclusivos”.
Lamentablemente en Cuba no ha encontrado un mercado estable para acceder a las materias primas que utiliza: ojitos de seguridad, relleno de algodón sintético para que el muñeco quede uniforme, acrílico, estambre, chenille, entre otros.
“La mayor parte de la materia prima que tengo es regalada o favores que me hacen amigos o familiares que tengo en el exterior que me envían algunos ovillos al mes, o acudiendo al mercado informal, a precios altísimos”.
Dice que por momentos la ansiedad la sobrepasa por las dificultades para acceder a la materia prima, pero luego piensa en los niños que esperan sus peluches y sigue.
“No tengo un proveedor fijo, he tenido que rechazar pedidos y he perdido potenciales clientes por falta de materias primas. Para mí es doloroso, me choca, me molesta, me pone triste, sobre todo porque mi emprendimiento no depende de mí, depende de poder tener los insumos”.
Sin embargo, no abandona el sueño de convertir algún día a Jimena Tejidos en el emprendimiento que trabaje el peluche hecho a mano en Cuba.
“Me llega al alma cuando un bebé duerme con un muñeco mío, son muñecos únicos, con los que van a crecer los niños, muchos serán su primer juguete. Me satisface saber que me desprendo de ellos, pero que van a hogares donde serán muy útiles”.
Redes sociales: @jimenatejidos