La hora de los churros

Para comenzar su negocio, allá por el año 2015, Damarys González Luis y Raúl Bada Bermúdez debieron calcular milimétricamente cada peso del escaso presupuesto que les permitió abrir, primero, un modesto carrito de churros que ubicaron en el polémico barrio de El Condado, en Santa Clara, y apenas unos meses después, el local que bautizaron como Mi Churrería.

“Empezamos a partir de una necesidad económica significativa —explica Damarys González a Negolution—, pero pronto nos lanzamos a soñar porque queríamos dedicarnos, no solo a tener ganancias, sino a concebir un negocio que superara la tradicional manera de vender churros de forma ambulante, que es la más extendida, y lograr un espacio fijo que pudiera servir de referencia”.

Ese primer local fue la concreción de un anhelo y, a la vez, un rotundo éxito desde el principio, sobre todo por el impacto que lograron en la comunidad al inaugurar Mi Churrería con una jornada de degustación completamente gratis. “Al día siguiente teníamos cola para comprar nuestras especialidades, que eran nuevas para los clientes, porque la presentación no era la habitual del vaso desechable o los cartuchos improvisados; nosotros despachábamos en cartuchos personalizados con nuestro logo o en barquillas para que las personas los pudieran llevar”, rememora.

Desde entonces, Mi Churrería se ha expandido al punto en que se han mudado dos veces de local, siempre para ampliarse, y los clientes los siguen con la fidelidad de quienes reconocen en este negocio un servicio de excelencia. Actualmente radican en una instalación arrendada al Estado en la calle Marta Abreu, esquina a Carretera Central, en la que disponen de espacio suficiente para almacén, cocina, y la posibilidad de decorar y adaptar el espacio a su muy personal estética.

De la crisis de los abastecimientos no ha escapado Mi Churrería en estos ocho años, pues la materia prima siempre les fue difícil de conseguir: dependían esencialmente de las antiguas tiendas en CUC y de gestionar productos en La Habana y otras provincias.

“Al abrirse las facilidades de importación de las Mipymes vemos mejores posibilidades de abastecernos de las materias primas de una forma estable —insiste Damarys—. Nos resultan más caras también, es cierto, por lo que hemos tenido que subir algunos precios, pero en cuanto al acceso a la materia prima este es el mejor momento. Antes trabajábamos al día y a veces teníamos que parar el servicio por falta de aceite o de harina”.

Del trauma nacional que significó para el sector privado la pandemia de COVID-19, Mi Churrería salió con una novedad que es única en Cuba: los paquetes de churros precocidos congelados, un alimento que cuenta con la certificación del Ministerio de Salud Pública para su consumo y comercialización y que se ha convertido en el producto estrella de este emprendimiento.

“Están diseñados para que el cliente los lleve a casa, los fría cuando desee y les agregue miel, azúcar, chocolate, lo que tenga a mano. Fue algo que nos ayudó a mantener el negocio activo durante la pandemia en momentos en los que no se podía dar el servicio tradicional. Hoy sigue teniendo muchísima demanda”.

Además de su acendrada cultura del detalle, los creadores de Mi Churrería conceden una importancia cardinal a la retroalimentación en las redes sociales, donde mantienen actualizados sus perfiles con información relevante de las especialidades que ofertan, las novedades que se avecinan, encuestas, sorteos y otras dinámicas virtuales que les sirven para mantenerse vinculados y conocer a fondo las necesidades de sus clientes.

“Tenemos tres hijas, pero Mi Churrería es nuestra cuarta niña”: así define Damarys González al emprendimiento que vino a completarlos como familia y que, además del sustento del hogar, les ha brindado la posibilidad de convertirse en referencia para el sector privado de Santa Clara.

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