Nestlé, la transnacional más “amigable”

A más de 100 mil millones de dólares asciende el patrimonio de la multinacional agroalimentaria más extendida en el mundo: Nestlé, una compañía que se ha venido consolidando durante un siglo y medio de historia hasta convertirse en lo que es hoy, la marca que más familiar resulta en todos los hogares del mundo.

Célebre por sus disímiles preparaciones de chocolate, Nestlé ha alcanzado éxito también en la fabricación de lácteos como leche en polvo, líquida pasteurizada, fórmulas para bebés y helados, así como en la elaboración de comida para animales, condimentos, sopas instantáneas y muchos otros productos que consumen los clientes sin percatarse que provienen de esta megaempresa.

Todo comenzó como un pequeño negocio fundado en Suiza por el químico y empresario alemán Heinrich Nestlé, quien después cambiaría su nombre a Henri. Tras una vida entera como boticario, creó un compuesto de leche y harina de trigo que revolucionó las bases de la nutrición infantil en su momento y le permitió levantar un emporio que haría de su apellido una marca mundialmente conocida.

En apenas un año, el impacto de las latas de fórmula láctea para bebés fue tal que se produjeron 360 000 unidades, y para 1868 la Société Farine Lactée Henri Nestlé, primer nombre de la compañía, inauguró una oficina en Londres para exportar el producto.

En 1874 la prometedora compañía fue vendida al suizo Jules Monnerat, quien explotó al máximo la marca. Fue en esta etapa cuando comenzaron a nacer nuevos productos bajo el sello Nestlé: la leche condensada y, especialmente, el chocolate de leche, un invento que se estuvo perfeccionando durante siete años hasta lograr la consistencia definitiva y que fue calificado como un producto “perfecto” en 1904.

A lo largo de su trayectoria la empresa experimentó dos fusiones que, a la postre, resultaron trascendentales para la supervivencia de la marca: en 1905 se unió con su principal competencia del mercado lácteo, la Anglo-Swiss Condensed Milk Company, para convertirse en la Nestlé & Anglo-Swiss Condensed Milk Company, y cuatro décadas después se fusionó con la Fabrique de Produits Maggi S.A., una marca especializa en sopas y alimentos instantáneos, por lo que pasó a llamarse Festlé Alimentana S.A. No sería hasta 1977 que la trasnacional simplificaría su nombre al sencillo y funcional Nestlé.

La suya tampoco ha sido una historia exenta de altibajos, pues pasó, de sacar ganancias sustanciales durante la Primera Guerra Mundial por la demanda de alimentos lácteos en estado no líquido para los ejércitos en pugna, a perder millones de dólares como resultado de recesión y a tocar fondo en la Segunda Guerra Mundial.

La suerte de Nestlé fue lo que los expertos llamarían “la conquista de América del Sur”, porque en una jugada maestra fundaron una planta productora en Brasil, desde donde se expandieron a varios países del continente y ganaron una segunda oportunidad para recomponerse.

Y bien que la aprovecharon. Tras décadas de crecimiento sostenido, en 1980 Nestlé se deshizo de negocios que no le generaban suficientes utilidades y agregó otros productos a su cartera, entre los que se cuentan Kit-Kat, Smarties, Aero, Friskies, Coffee-Mate y la leche evaporada Carnation.

Ya para 1990 Nestlé había conseguido penetrar en los mercados de todos los continentes, por lo que se consideró desde entonces como un monopolio transnacional de alimentos y otros productos de uso personal que basa su impacto en absorber la rentabilidad de las empresas que ha adquirido y en centralizar diversos modelos de gestión y marketing.

Precisamente a las estrategias de mercadotecnia debe Nestlé una parte para nada despreciable de su gloria, pues sus equipos de especialistas apuestan por innovar de forma ininterrumpida y toman decisiones arriesgadas, siempre con los pies bien puestos en la tierra de los países donde se asienta la compañía.

Gracias a que sus fórmulas de marketing se sustentan en la empatía con los clientes, Nestlé no suele ser percibida como la trasnacional monopólica que en realidad es, el gigante agroalimentario más poderoso del mundo; sino como una marca cercana, cuyos productos se consumen en cualquier café de barrio y sus latas se conservan con cariño en la cocina de cualquier casa.

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