Los negocios privados debieron asumir transformaciones sustanciales en su gestión para mantenerse a flote durante los meses más cruentos de la pandemia de la Covid-19. Reducir personal, cambiar su matriz productiva o pasar al servicio de entregas, cuentan como tres de las acciones más socorridas ante un escenario en donde la protección del gobierno solo se manifestó en la eliminación de sus impuestos.
En octubre último, el ministro de Economía Alejandro Gil daba algo de luz a los privados cuando comentaba sobre el trabajo en el fortalecimiento de un mercado mayorista para el sector, siempre dentro de las limitaciones y situación financiera de la economía cubana; el perfeccionamiento del sistema tributario y la facilitación de trámites para obtener permisos; y la necesaria lista de actividades prohibidas tras cuya publicación podrán realizarse varias ocupaciones a la vez siempre que no estén en ese registro.
Mientras esperan por esas concesiones, los emprendedores necesitan dinamismo, inversiones y, sobre todo, libertad en su gestión. Quizás el cambio de administración en la Casa Blanca devuelva las facilidades para adquirir productos y materiales, restablezca el flujo de capitales para abrir o expandir establecimientos y aumente la clientela; pero, si bien es importante considerar esta oportunidad que vuelve, no debe ser la única viga que sostenga sus techos.
Una excelente posibilidad de inversión, según mi criterio, radica en la producción de alimentos, que tanta publicidad recibe últimamente, y que podría encontrar en el emprendimiento nacional una vía expedita para crecer. “La agricultura y la agroindustria son fundamentales para una salida más rápida de la crisis. Es el sector bisagra: la actual situación de penuria de la alimentación tiene que ser remplazada con la alimentación interna, y eso ofrece una gran oportunidad. El reto son los recursos, sobre todo institucionales”, apuntaba hace algunos meses el economista Pedro Monreal.
El saldo más positivo que deja la Covid-19 resulta ser el cambio de mentalidad sobre la forma de gestionar los negocios en el país, una reinvención de la cual, paradójicamente, podrían salir fortalecidos. Optar por un menú flexible, ajustable a los suministros del mercado, ha representado el bote salvavidas de varios restaurantes; y más de un establecimiento gastronómico ha rediseñado sus cartas porque encontraron en la opción “para llevar” la forma de mantener encendidos sus fogones y aportar ingresos a sus trabajadores. Ambas experiencias pueden permanecer y extenderse una vez regrese la normalidad.
Migrar hacia Internet con tiendas online en sustitución de las físicas, aumentar el uso de redes sociales para la promoción y hasta el máximo despliegue del teletrabajo, también resultaron inversiones inteligentes que antes solo eran concebidas como parches o medidas de apoyo. Del mismo modo, muchos convirtieron sus alternativas para pasar el tiempo durante la pandemia en profesiones, negocios o emprendimientos que fueron visibles en la Feria de Iniciativas Responsables en Cuarentena (12/nov), espacio donde el intercambio entre modelos de gestión e ideas llevó el protagonismo. Como dijera nuestra creadora Marta Deus en una entrevista, este año: “estamos ayudándonos entre nosotros, hay una retroalimentación y nunca llegas tan lejos como cuando te unes a otros”.
Si los emprendedores cubanos destacan por hacer más con menos, la recuperación de sus negocios tras la epidemia de la Covid-19 debe conducirlos por el camino de la autosuficiencia, incentivándolos a dar el siguiente paso y asegurar suministros mediante el intercambio con otros emprendedores e incluso, una idea probada para restaurantes y cafeterías, hasta cultivando los productos necesarios en sus propios terrenos.